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jueves, mayo 18, 2006

Jutba sobre Abu Bakr en Assalam

Bismillah ir-Rahman ir-Rahim,
Abu Bakr, llamado as-Siddiq, el Muy Sincero, el que aprecia la Verdad, fue el primer califa del Islam. Su nombre era Abu Bakr ibn Abiuhafa ibn ´Amir, del clan de los Taym de la tribu de Quraysh. Su madre fue Umm al-Jayr bint Sajr, del mismo clan. Nació en el año 58 a.he. Se dedicó al comercio. En los peores tiempos del inicio del Islam permaneció en Meca hasta el último momento cuando sólo quedaron él y Rasulullah (s.a.w.), guardando la retaguardia de los musulmanes, y entonces emigraron mientras eran perseguidos por los qurayshíes. Su hija ´Aisha Umm al-Muninin se casó con Sidna Muhammad (s.a.w.). Participó al lado de Rasulullah en todas las expediciones, mostrándose en todas esas ocasiones como una roca firme y jamás perdió el coraje. A la muerte de Sidna Muhammad, en el 10 d.h.e , fue designado su sucesor a la cabeza de los musulmanes. Murió, radiyallahu anhu, dos años más tarde.
Abu Bakr era independiente del mundo, y por ello el mundo lo detestaba. Las desgracias no dejaron en ningún momento de cebarse en él y acosarlo, y así era puesta a prueba su sinceridad. Siguió un camino recto, buscando la Verdad singular: a pesar de que la vida quería desviar su atención, él nunca dejó de mirar hacia delante sobre su senda segura. Dijo: Allah es Uno, y no desistió hasta encontrarse con Él. Abandonó cuanto poseía por seguir al Mensajero (s.a.w.) y ofrecía su vida por él. Su entendimiento era ágil, su respuesta rápida y su firmeza ejemplar. Cuando todos enmudecían ante una calamidad, él encontraba algo sabio que devolvía a todos la calma y la certeza.
Murió Rasulullah y la Comunidad sufrió un duro golpe y los ánimos se alteraron. Umar, arrebatado por la pasión, subió al mimbar y amenazó de muerte a quien osara decir que el Mensajero había muerto. Pero a Abu Bakr nunca le abandonó la serenidad; hizo callar a Umar y dijo: Quienes adoraban a Muhammad que sepan que ha muerto, y quienes buscaban a Allah, que sepan que Allah está vivo y no muere. Y por ello se ha dicho que fue el más valeroso de los sahaba en sus palabras y en sus actos.
Hizo de la sinceridad su primer paso y era severo consigo mismo. El recuerdo de Allah le haciá llorar, y su llanto contagiaba a quienes le rodeaban. Su virtud era la moderación. Evitaba todos los excesos y frivolidades. En el comer y en el beber era austero, y jamás probaba bocado o sorbo de cuyo origen desconociera. Una vez bebió leche que le ofrecía un hombre; cuando le preguntó cómo la había conseguido le respondió que se dedicaba a hacer sortilegios y que le habían pagado con esa bebida. Abu Bakr introdujo sus dedos en la boca hasta que lo vomitó todo y dijo: Allahumma, te pido disculpas por lo que ya se ha mezclado en mi sangre.
Su silencio era admirable. Se señalaba la lengua y decía a la gente: Ésta es la culpable de los males que aquejan a los hombres. Se ha dicho: nada hay de bueno en las palabras que no se refieran a Allah ni nada hay de bueno en la riqueza que no se gaste por El. Ni nada hay de bueno en aquél al que la ignorancia hace grosero ni en aquél que no diga la verdad por miedo a ser censurado.
Cuando se levantaba a hacer el salat quedaba petrificado de espanto pues era consciente de ante Quien se había puesto en pie. Dos hadices de Muhammad (s.a.w.) dejan constancia de que el sol no ha salido ni se ha puesto después de los profetas y enviados ni sobre ningún musulmán mejor que Abu Bakr. Y El más misericordioso de mi nación para con ella, es Abu Bakr. El Califa Omar, llegó a decir: Quisiera ser un pelo en el pecho de Abu Bakr.
Enfermo de muerte le dijeron: ¿Te llamamos a un médico? Y él, contestó: el Médico ya sabe lo que me pasa. Dijeron: ¿Y que te ha dicho? Ha dicho: Yo hago lo que quiero.
Cuando iba a morir, su hija Aisha recitó un verso que venía a decir que el mucho dinero no le evita al hombre el tránsito de la muerte y la salida del espíritu. Pero Abu Bakr dijo: Mejor di: y vendrá el tránsito de la muerte trayendo la Verdad. Eso es de lo que huíais. Después dijo: Mirad la ropa de estos dos. Lavadla y amortajarme con ella, pués el vivo necesita de lo nuevo más que el muerto. Radiyallahu ta ala anhu wa ardah.
Bilbao, 12 de mayo de 2006