Por mucho que las Fuerzas de Seguridad del Estado intervengan y consigan detener la oleada de sabotajes que se inició hace 10 días en territorio metropolitano francés, no dejará de ser cierto que el modelo republicano de integración-asimilación es completamente inapropiado para los millones de habitantes de las
cités HLM, o barriadas periféricas. Estos inmigrantes o hijos y nietos de inmigrantes (el grueso de la población que reside en las
cités), la mayoría maghrebíes o subsaharianos, muchos de ellos musulmanes, conocen tasas de 50 % de paro e índices elevados de fracaso escolar, para no hablar del problema crónico de violencia urbana y de marginación en todos sus aspectos. El Pacto Republicano, que debía asegurar la igualdad de oportunidades entre los ciudadanos franceses, ha fracasado estrepitosamente con los ciudadanos de las antiguas colonias y sus descendientes.
¿Cómo es posible que Francia, contando con la mayor población musulmana de Europa, entre 5 y 8 millones de personas, no cuente más que con un diputado musulmán en la Asamblea Nacional? ¿Cómo es posible que los medios de comunicación franceses, públicos y privados, pasen por alto el jueves 3 de noviembre la celebración del Aid al Fitr, la fiesta que sucede al ayuno de Ramadán? ¿Qué sucede con la visibilidad de esa importante comunidad musulmana? ¿Dónde está la historia del Maghreb, del Africa Occidental, en los currículos de los estudiantes franceses, a veces en aulas donde los niños con abuelos franceses son una rareza?
La política derivada de la ley de la laicidad de 1905, que Sarkozy pretende "adecuar" a una Francia mundializada y multicultural, ha llevado a la prohibición del hijab islámico y de los turbantes sijs en las escuelas. Bravo por esta entrada en el siglo XXI con el
Le Monde y
la baguette debajo del brazo, bravo por la Francia de la petanca y del camembert. Los intentos de desislamización de los franceses de confesión musulmana, muchas veces carentes de formación islámica de calidad, de mezquitas dignas, de una imagen social dignificadora de su condición, están creando un conflicto ya no tan latente y que puede provocar una auténtica crisis social tanto en Francia como, indirectamente, en toda la zona de influencia francesa, europea y africana. Quizá los incidentes en las inmensas barriadas impersonales sean un síntoma de que el Hexágono camina, salvo que el Pacto republicano sea urgentemente redefinido, hacia una polarización de tipo étnico-social que, sin duda, para los ciudadanos de confesión musulmana es el peor de los escenarios.